jueves, 24 de septiembre de 2015

INVIERNO MATERNAL


Cuando estamos embarazadas vivimos una etapa hermosa en la que descubrimos lo maravilloso de nuestro cuerpo humano, de sentir al bebé, de engreírnos como si fuéramos otro bebé, de preparar todo para cuando llegue el momento de conocerlo, etc.

Hasta que llegamos al séptimo u octavo mes, donde perdemos un poco la gracia, y comenzamos a desear que el bebé nazca lo más pronto posible; sí, el embarazo es hermoso, pero llega un momento en el que no queremos esperar más.

Cuando vemos a ese ser maravilloso por primera vez, nos damos cuenta que no habíamos conocido el amor hasta ese momento y nos acurrucamos a su lado cada vez que podemos para contemplarlo y sentirnos nuevamente uno; y empezamos nuestro viaje maternal con la dulce y dolorosa lactancia y las noches sin sueño completo; así descubrimos su primera sonrisa, y como aprende a voltearse, entre otras cosas. De pronto nos sentimos raras…nuevamente, y nos sentimos un poco cansadas.


Luego viene mágicamente la etapa de las comidas, aprendemos a cocinar al ritmo que ellos aprenden
a comer, disfrutamos (algunas con dolor) de cómo empiezan a salir sus primeros dientes y verlos más independientes queriendo caminar. Comenzamos a planear cómo celebrar ese primer año de su vida que cambió completamente la nuestra. Los días son largos, los años pasan volando. Y nuevamente ese “algo” que aún se nos hace desconocido y que nos preocupa…nos sentimos cansadas.


Pero ahí no termina todo, porque seguimos inspiradas a pesar de tanto cambio, y entonces pensamos que ese cansancio no es nada; ya sea que seamos una mamá a tiempo completo o seamos una mamá que también trabaja fuera, seguimos manteniendo los ojos y la mente abiertos para seguir disfrutando de cada nueva etapa al máximo y seguir entregando lo mejor de nosotras.
Sentimos que algo baja de revolución rápidamente en nosotras, y nos asusta, porque ahora conocemos y sabemos de qué se trata…nos sentimos cansadas.


Hoy después de 4 años que empecé esta carrera (contando el embarazo) y después de lo mucho que siento empujar este camión cisterna a la que llamamos maternidad, debo confesar que estoy más que cansada.
El cansancio que trajo consigo confusión, frustración, mucho sueño y flojera de salir de la cama, me ha hecho sentir que hasta ha tapado, como un terremoto puede tapar una ciudad, todo el trabajo y esfuerzo que le puse a mis sueños de ser una buena mamá. ¿He perdido la inspiración acaso? o ¿he dejado atrás ese sueño que tuve cuando la sentí dentro de mí por primera vez?

En estas últimas semanas he buscado esa inspiración nuevamente, como la tenía cuando empezó el mágico viaje. He buscado el brillo de mis ojos como cuando la miré por primera vez, he buscado, y debo reconocer que no fue fácil encontrarlo… ¡No sé si lo encontré! Pero lo que aprendí es algo más hermoso, que así como la creación tiene un ritmo y sigue etapas o estaciones, la vida ya sea la de un estudiante, un profesional o una mamá, también los tiene.

No está mal que nos sintamos cansadas y que perdamos fuerza de voluntad cada cierto tiempo. Pero Tranquila, tómate tu tiempo y abraza el invierno de tu maternidad. No hacemos mal dejando de planear cada detalle con nuestros hijos, porque no hemos dejado de amarlos. Lo malo sería dejarnos envolver por ese invierno y cambiar de enfoque.

Hace unos días leí una frase que dice: ningún hijo es una distracción del trabajo más importante, ellos son la obra más importante. Y con esta frase empezaré mi primavera. Tengo algunos planes, nuevo trabajo, un nuevo comienzo. Mi vida ha cambiado mucho desde que me embaracé, y hoy es el tiempo de comenzar un nuevo ministerio.


“Y es que los niños nos cambian, nos pastorean. Son ellos los que tienen el poder de mostrarnos el amor de Dios; (a veces mejor de lo que nos pueden enseñar en algunas iglesias o hasta algunos pastores). Creo que tal vez esa sea la razón  por la que inconscientemente no queremos que nuestros hijos crezcan. Nos acercan más a Dios, nos hacen mejores personas, queremos que se queden como niños un poco más de tiempo”. 
JAR (Besando mis rodillas)


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