Cuando estamos embarazadas
vivimos una etapa hermosa en la que descubrimos lo maravilloso de nuestro
cuerpo humano, de sentir al bebé, de engreírnos como si fuéramos otro bebé, de
preparar todo para cuando llegue el momento de conocerlo, etc.
Hasta que llegamos al séptimo u
octavo mes, donde perdemos un poco la gracia, y comenzamos a desear que el bebé
nazca lo más pronto posible; sí, el embarazo es hermoso, pero llega un momento en
el que no queremos esperar más.
Cuando vemos a ese ser
maravilloso por primera vez, nos damos cuenta que no habíamos conocido el amor
hasta ese momento y nos acurrucamos a su lado cada vez que podemos para
contemplarlo y sentirnos nuevamente uno; y empezamos nuestro viaje maternal con
la dulce y dolorosa lactancia y las noches sin sueño completo; así descubrimos
su primera sonrisa, y como aprende a voltearse, entre otras cosas. De pronto
nos sentimos raras…nuevamente, y nos sentimos un poco cansadas.